jueves, 28 de abril de 2011

...se me saltan las pasiones

Como molan los bares. Creo que son los lugares más parecidos a aquellas tertulias de televisión donde los famosos opinan de todo porque de todo saben, porque de todo tienen una opinión y porque les sale de los cojones. La diferencia es que ellos cobran una pasta y los parroquianos se la dejan en alcohol; aunque el estado de ebriedad suele ser similar.

Anoche se jugó un partido de fútbol, un derbi, uno de esos que popularmente se consideran “clásicos”. Un Madrid-Barça. He de admitir que hace años yo era de los que disfrutaban viendo a veintidós hombres sudando y corriendo detrás de un esférico mientras otro les va aleccionando sobre lo que pueden o no hacer. Tampoco me cuesta reconocer que lo mío era el merengue más que la crema catalana, y que alguna vez había participado en celebraciones de victoria. Hoy en día los tiempos han cambiado y yo con ellos. No es que no me guste el fútbol, pero sí que ha llegado a perder el sentido dentro del proceso de desestructuración continuo de mi cabeza. Los efectos que causa en mí ver un partido hoy en día son los siguientes: aburrimiento e incomprensión.

A lo que iba. Ayer llegué a un bar de mi barrio poco antes del encuentro, uno de esos bares donde todos se conocen, todos se critican, y todos lanzan la mierda al pie de la barra. Digamos que dentro del bar había unos tres cuartos de entrada, con una ocupación de las mesas del cien por cien. Ningún problema, lo mío es la barra, por afición y tradición. Lo primero que hice fue pedir una caña y lo segundo escuchar como un tipo a mi lado vociferaba cerca de mi oído: “¡Una caña y arriba España!” Empezamos bien. Supongo que cualquier otro en mi situación hubiese intentado asimilar el comentario y buscar una respuesta evasiva, confirmativa o discrepativa, según el caso. Yo opté por ignorarle. Craso error. Al momento manotazo en el hombro y una pregunta: “¿Tú de qué eres? ¿Del José o del otro?” En esta ocasión sí que me giré, le miré a los ojos y le dije: “Ni del uno ni del otro” y no mentí porque, mal me pese, soy demasiado estúpido como para comprender la política. A toro pasado también me he dado cuenta de que soy demasiado estúpido para comprender la pregunta de aquel tipo pues no sé porqué regla de tres asocié los términos España y Zapatero a la pregunta de “¿Del José o del otro?”. Por lo de Jose Luis Rodríguez… La cuestión es que esa confusión, esa mala pasada de mi ignorancia me permitió descubrir la grandeza del intelecto humano. Porque, pese a la excepción que marca mi incompetencia mental, el ser humano es un ser extraordinariamente listo, una maravilla de la inteligencia viviente. Al menos el ser humano que va a los bares. Y todo por un encuentro fortuito con un tipo cualquiera en una barra cualquiera. Bueno, por eso y por una caña. Esto… que me disperso, retomando: el motivo que me hizo llegar a esta gran revelación fue el hecho de averiguar que el hombre (y supongo que la mujer) puede mantener un conversación totalmente lógica con otro interlocutor hablando de cosas totalmente distintas. Para demostrarlo de manera sencilla y ágil reproduciré la conversación entre el tipo de la caña de España y yo. Por supuesto que en aquel momento no me di cuenta hasta el final de la charla que yo hablaba de la situación política-social (o algo así) y él de fúrgol:

- ¿Tú de qué eres? ¿Del José o del otro?
- Ni del uno ni del otro
- Mis cojones ni del uno ni del otro. Seguro que eres del otro. Estáis tan cagaos que no os atrevéis a reconocerlo porque sabéis que no tenéis ninguna posibilidad de ganar.
- De verdad, te lo aseguro, que yo paso de los unos, de los otros y de los de más allá. A mí déjame con mi cerveza que es lo único que me interesa.
- Bah, tú mismo. Seguro que eres un chaquetero y que te vas con el ganador tras conocer el resultado.
- Si me pagan la cerveza… Pero hoy en día me cuesta distinguir a ganadores de perdedores, a no ser que considere como ganadores a todos ellos y como perdedores a nosotros, por escucharles, por creerles, por dejar que se lleven nuestro dinero sin rechistar, por permitir que jueguen como lo están haciendo.
- Eh, eh, eh… Que si juegan así es porque no pueden jugar de otro modo. Muy bien lo están haciendo con los recursos que tienen. Se opina muy alegremente de lo que uno haría si estuviera en su lugar. País de mariconas quejicas. No nos conformamos con nada.
- ¿Conformarnos? Si es lo que llevamos haciendo años. Conformarnos y callar. Dicen que el desánimo, el descontento, el inconformismo y la rabia pueden llevar a las masas a revelarse, a levantarse contra los dirigentes, pero eso solo pasa en las películas y fuera de las fronteras españolas. Aquí: ver, oír y callar. Aunque no tengas ni un duro y te estés muriendo de hambre.
- Los dirigentes no tienen la culpa, que el que nosotros tenemos es el mejorcito que hemos tenido nunca. Lo que pasa es que cuesta encajar las piezas, sobretodo cuando se empieza un proyecto desde cero.
- Yo ya estoy hasta la polla de los sociatas, de los peperos y de su puta madre
- ¿De quién?
- De los socialistas y los populares.
- ¿Peró que dices?
- Perdona, ¿de qué estamos hablando?
- Yo del Madrí de José Mourinho. Tú no tengo ni puta idea.

Así que le contesté: “Ah, es que yo soy del otro”. Y me largué del bar sin finalizar la caña, porque comencé a notar como la testosterona del tipo emergía hacia niveles alarmantes. Cuando llegué a casa también pensé en que quizá no estaba todo perdido para nosotros, los hijos del pueblo. Tal vez, si nos imaginásemos a los políticos, a los banqueros y a los dueños de las multinacionales ataviados con el uniforme del equipo rival el espíritu de La Pasionaria nos haría recobrar el sentido de la orientación. Eso sí, siempre sazonados con cantidades insultantes de alcohol.

lunes, 11 de abril de 2011

Total, son dos días

Dicen que en el 2012 se acabará el mundo y a mí me parece muy bien. Aunque dicho así, como lo dicen, como lo repito, parece que se trate de un disco o de un yogurt. ¿Qué le queda al mundo? ¿Una canción? ¿Una cucharada? Todo principio tiene un final ¿no? Por lo menos eso es lo que nos han enseñado. “Nada es para siempre”, aunque algunas cosas ni siquiera son para un rato. Y algunas personas tampoco. En fin, que le vamos a hacer. Por suerte yo este fin de semana me he largado a Roma. A comer pasta y pizza, a beber grappa y a follar con las italianas. Todos los tópicos ¿verdad? Pues no, porque el Vaticano ni pisarlo, que a mí lo de los estados cristianos ya me supera tratándose solo de estados espirituales o de concepto. Pero con el resto sí que he cumplido con todas las de la ley; que a saber esto es pagando, ni más ni menos (bueno, algunas cosas sí que fueron más que menos, por el tema de la globalización del euro y la diferencia de tarifas y servicios). Y yo que creía que en algunos de esos sitios que frecuenté me podría haber cruzado de casualidad con el Papa o con alguno de sus secuaces. Que vuelvo a reiterarme en lo de mi poca querencia a la vida teológica, pero eso no exime que me hubiese gustado toparme con uno de estos hombres de bien para preguntarles algunas cosas sobre el Apocalipsis. Porque teorías sobre el fin del mundo hay muchas y finales solo hay uno, así que me expliquen a mí quien tiene la razón absoluta y quien se equivoca o miente; o si todos los desastres naturales, todos los diferentes castigos divinos y las variadas invasiones extraterrestres van a acontecer a la vez. Supongo que, de ser así, no se va a aglomerar todo en un mismo día ¿no? Porque, entonces, esto va a ser peor que atravesar las Rondas a las 8 de la mañana. Y si todo va a ir sucediéndose de manera paulatina menuda mierda de 2012 que nos espera… Y nosotros preocupándonos por el trabajo, la Belén Esteban y el Madrid-Barça. Creo que la mejor opción es la de apuntarse a una secta, por si luego todo se queda en agua de borrajas. ¡Que no se puede ir jugando con la ilusión de las personas! Porque uno se hace a la idea de que todo se va a ir al garete dentro de un año y luego llega el 2013 y te quedas con una cara de tonto que no se la salta un canguro.
De momento, y por lo que pueda pasar, yo ya he comenzado a escribir mi libro. Esta vez sin ayuda del alcohol, aunque ligeramente influenciado por el cannabis. Sé que eso no me salvará de la destrucción mundial que ha de suceder dentro de unos meses pero tal vez si escribo sobre ello, me aprovecho del miedo de la gente y engordo mi cuenta corriente a sus anchas, pueda pasarme las últimas semanas de mi vida viajando a otras ciudades extranjeras, probando su gastronomía, dilapidando sus reservas de licores y cepillándome a sus señoras putas. ¡Y todo ello en plena crisis económica y social! Si es que nos quejamos por vicio…

domingo, 3 de abril de 2011

Poetry in motion

Ayer me dijeron que tenía una voz que invitaba a escuchar. Poética, aseguraron. Sucedió en mitad de una conversación con amigos, conocidos, amigos de mis amigos y conocidos de mis amigos. No recuerdo como derivó hasta allí la conversación pero yo comencé a hablar de Zaragoza, ciudad de evasión para mi espíritu y neuronas. Justificarle a alguien el influjo que tiene esa ciudad sobre mí se ha convertido en un ejercicio de guión aprendido dispuesto a ser vomitado en cualquier ocasión en que se requiera, con las licencias pertinentes a la improvisación; por no aburrirme a mí mismo, vamos. Sé que para la mayoría Zaragoza no es más que la ciudad donde está La Pilarica o, en el mejor de los casos, una ciudad con aire de pueblo donde te podías correr una buena juerga en los tiempos del servicio militar obligatorio. Es por eso que ante la pregunta de “¿pero qué mierda hay en Zaragoza que te atrae tanto?” enmascarada tras una frase del estilo “ostras, ¿y qué tiene Zaragoza para que te guste tanto?”, ya no me tiemblan las piernas buscando una respuesta que no suene ridícula ni entendible por su estructura y contenido. Decir “es irracional” es algo que suele funcionar. Y tras decir eso y soltarles mi guiónyaaprendido se suelen quedar más contentos que unas Pascuas; eso o prefieren callarse al descubrir mi locura. Pero a mí ya me vale.
Pero ayer fue diferente. Nadie, que yo sepa, se había quedado embelesado ante unas palabras mías. Es más, he de reconocer que suelo causar el efecto contrario en la gente. Cuando comienzo a hablar se alzan otras voces más potentes, más estridentes o más interesantes que acaban enmudeciendo mi discurso. En realidad ayer no fue diferente ya que mientras estaba yo enfrascado en pleno recital de mi guiónyaaprendido una voz, de las estridentes en este caso, se alzó a la derecha de mi cabeza vociferando no sé que ostias que no tenía nada que ver con lo que yo estaba explicando. Algo así como si yo hubiese estado hablando de lo mucho que me gusta la cerveza y alguien me hubiese cortado para lanzar un: “sí, es exactamente lo que me pasa a mí. Yo también tengo tres perros que saben hacer la vertical puente”. Por cortesía me callé y dejé que esa voz estridente con tetas comenzase a escupir decibelios mientras intercalaba alguna risa nerviosa de esas que pueden hacer perder la cordura al más justo de los hombres. Por supuesto monopolizó la conversación y, pese a que no recuero el tiempo exacto, para mí resultó una eternidad. Luego calló. Eso, o que en el momento en que frenó su lengua para oxigenar sus pulmones la mente más avispada aprovechó para recuperar la conversación y acallar decibelios, risa y estridencia. Aquella mente avispada fue la que me soltó lo del atractivo de mi manera de expresarme. Esto sí que me pilló desprevenido, a contrapié, sin guión con el que poder defenderme. Piropos no suelo recibir muchos y sobre mi voz menos todavía. Veamos, diario, para que te puedas hacer una idea te diré que mi voz suena tan nasal como la de un cantante country de Nashville con un gripazo de muy Señor mío. Tampoco creo que sea el mejor orador del mundo pues no existe frase que mi boca no decore con insultos gratuitos. Así que imagínate el impacto inesperado que resultó escuchar eso. Gancho de derecha en toda la mandíbula sin capacidad de reacción; protección a la mierda y mi cuerpo tambaleándose patéticamente por encima de la lona. Por suerte la “tetas” pareció darse cuenta de tal desorientación y se solidarizó con mi dignidad tirando la toalla antes de una derrota por K.O. directo. Antes de que yo pudiera emitir replica alguna su voz histriónica volvió a alzarse diciendo: “sí, es cierto que habla muy bien. Me recuerda a mí en mi trabajo, cuando tengo que presentar los albaranes al departamento de administración y bla bla y bla ba”.

Pues eso, que ayer me dijeron que tenía una voz que invitaba a escuchar pero, curiosamente, a mí me dio la sensación de que invitaba a ser interrumpida. Pero no me preocupa, pues para mí eso es lo normal, mi zona de seguridad, y mantenerme dentro de ella me asegura un equilibrio y un sosiego. Por eso, mientras te escribo esta anécdota, brindo con vermú por todas esas personas con voz chirriante y risa incómoda que se preocupan por quienes no sabemos expresarnos; y que demuestran su arrojo solidario cortando nuestras exposiciones verbales con su verborrea insustancial. Estas sí son personas dignas de admiración, de verdad, pues no todo el mundo es capaz de hablar veinte minutos seguidos sin tener nada que decir.

domingo, 27 de marzo de 2011

Ebrio de absenta y de alcohol

Ayer llegó a mis manos, de manos de las manos de una amiga, un libro que hablaba de los efectos de la ebriedad en la literatura. Un escueto ensayo de una escritora de la cual desconozco profesión, vida y vivencias. El trabajo se centraba en la relación de todo tipo de drogas con escritores de lengua hispana a partir del Modernismo, como movimiento literario no como mote irónico, claro. Yo no soy escritor, pero soy periodista y como tal, pues tan bien escribo mis cosas. Tampoco flirteo con todas las drogas, pero tengo afición a algunas de ellas. Dos de dos. Tocado, hundido y leído mientras digería cervezas en un antro de estos que las sirven; a modo ambientación. Al acabar y digerir (cervezas y texto, en ese orden, creo), mi espíritu se vio colonizado por una animosidad propia de los niños, de los entusiastas y de los seguidores del Cádiz que poco freno pudo encontrar en un cerebro ya afectado por los paraísos artificiales. Recuerdo que pensé algo tan profundo como un “que guay” y me dirigí a casa con la ¿sana? intención de probarme como escritor ebrio. En alguna ocasión había puesto a prueba mi capacidad como narrador de literatura de ficción, obteniendo un resultado tan exitoso como una invasión del territorio norteamericano por parte del pueblo de mi padre. Pero pensé que esta ocasión podía ser diferente, que si escribía bajo la influencia del alcohol las ideas nacerían en mi cabeza a una velocidad desbordante, viajando por interior de mi cuerpo hasta llegar a mis manos, las cuales se encargarían de transformarlas en palabras. O algo así. En cuanto llegué a casa encendí mi portátil y agarré la botella de absenta que había comprado en Andorra unos meses atrás. No es que la absenta me apasione especialmente, pero pensé que a más grados más ideas. Primero fue un trago. Nada. Después uno largo. Tampoco. Medio vaso. No aparecían las musas. Vaso entero. Y que si quieres arroz Catalina. Al final acabé zumbándome la mitad de la botella, dos latas de cerveza y un par de chupitos de tequila. Y cuando mi resignación estaba apunto de transformarse en aceptación de mi imposibilidad de ser creativo, logré crear. De mi mente no creo que naciera, ni tampoco fue canalizado a través de mis manos, pero mi creación surgió de mí con tanta fiereza que acabé bañando con mi vómito el suelo del comedor y parte del pasillo. Et voilà! allí estaba mi obra, esparcida a mis pies. Quizá no se tratase de una obra literaria, pero puedo asegurarte que alguna influencia expresionista sí podía tener.
Eso ha ocurrido hace unos treinta minutos. Supongo que debería limpiarlo todo, pero ahora estoy demasiado borracho como para hacer nada que ya me disguste realizar en mi sobriedad. Además, no todos los artistas son capaces de destruir sus obras.

domingo, 6 de febrero de 2011

Exposición

¡Yuhu! Que contento y dichoso me puedo considerar. La alegría ha engordado mi corazón esta semana. ¡Si hasta me salió un bulto! Aunque coincidiendo, curiosamente, con que ese día llevaba el paquete de Lucky en el bolsillo de la chaqueta. En fin, que toda esta euforia proviene de un solo hecho: mis jefes (porque aunque tengo uno directo siempre hay más por encima de este y todos se merecen la misma consideración y admiración) decidieron ampliar mi campo de acción sumándole al terreno musical el de las artes visuales. ¿Qué cuales son estas? Pues supongo que muchas pero a mí me reservaron una exposición amateur. “Una exposición visual, musical y literaria” rezaba la leyenda. ¡Coño! Juguete completo, juguete Comansi. Así que pasaría de infiltrarme entre una masa de alternativos auténticos con olor a perfumes caros y camisetas de diseño exclusivo multitudinario, a codearme con una marea de modernos con inquietudes alternativas auténticas con olor a perfumes caros y chapas de diseño exclusivo multitudinario. Dichoso me siento de que se vuelva a tener en consideración mi trayectoria periodística en la redacción.

En fin, que como uno pese a sus principios también tiene hipoteca y recibos domiciliados, me presenté en el lugar indicado, a la hora indicada y con la actitud indicada. Días antes me habían pasado el dossier de prensa; como buen profesional me lo miré, aunque pienso que tampoco hubiese estado de más leerlo. Seguramente, de haberlo hecho, habría ido un poco más preparado para lo que allí me encontraría. Bueno, reconozco que lo primero que me encontré fue el catering. Al instante mi curiosidad cultural se centró en la tortilla de patatas, los canapés de hojaldre y los vasos de plástico medio vacíos, medio llenos, de cava.

Tras saciar mi hambre y mi sed de cultura, me coloqué ante la presencia de unos recién llegados y estos me arrastraron hacia el interior de la sala de exposiciones, empleando mi cuerpo como un improvisado ariete con el que abrirse paso entre chalecos de H&M y blusas piratasdelcaribe de Punto Blanco.

¡Hala! Pues ya estaba en mitad de la sala de exposiciones. Ahora todo era cuestión de deambular por allí y disfrutar de las obras. Mola esto de las inauguraciones, sobretodo en las que doscientas personas se concentran en un espacio de veinte metros cuadrados. No sé porqué, pero en aquel momento me acordé de alguna viñeta de Ibáñez mostrando el interior de un autobús o el piso de la casera que alquilaba habitaciones en 13 Rue del Percebe. Solo que en las viñetas no había música pero en esta exposición “…Visual, Musical…” parece ser que sí. Y reitero lo de “parece ser” porque supongo que tras las proclamas de egocentrismo de las modernos y las modernas allí presentes sonaría algo; y ese algo debió ser música; por lo que ponía en el cartel, en el flyer y en el tríptico.

Llegados a este punto de mi confesión al diario, he de reconocer que mis conocimientos de arte tienen la misma base que mis conocimientos de historia mesopotámica. Ahora prosigo: Lo primero que me encontré fue un retrete repleto de revistas del corazón junto a un texto que explicaba noséquepollas de la cultura vomitiva. “Muy sutiles”, pensé, tanto como una ventosidad para reflejar un problema de gases en el estómago. A su lado un texto, la parte literaria sin dudad de: “…Visual, Musical y Literaria”. Lo leí, ¡en serio!, palabra. En parte por curiosidad, en parte porque me encontraba atrapado entre una barriga con gafas de pasta y unas tetas con cirugía de pasta. Cuando llegué al punto y final pensé que el autor del mismo debía ser un genio superdotado con un conocimiento sobre el sentido de la existencia que se encontraba a años luz del resto de los mortales; y es que, aquel texto, era tan imposible de entender que, seguro, pertenecía a una inteligencia superior, no humana, superlativa.

Por suerte, la barriga y las tetas se incrustaron a babor y estribor de mi cuerpo, desplazándome de obra en obra, y tiro porque me toca. A medida que recorría ilustraciones y textos mi admiración por los autores se disparaba hasta límites insospechados; para ellos, claro. Los dibujos eran trazos unicolor realizados, seguramente, mediante un boli o rotulador negro, convirtiendo a los mismos en espirales idénticas de tonalidades monocromáticas. O sea, que me recordaban a los garabatos que hace mi compañero Matías en su bloc durante los monólogos pronunciados en sus reuniones por nuestro jefe de redacción. Acompañando a estos, más textos incomprensibles donde las palabras: “eyacular”, “ramera” o “violación” se repetían en diferentes combinaciones de frases que continuaban resultando incomprensibles. Fue entonces cuando comprendí que este genio literario, cuyo intelecto resulta incomprensible para la vulgaridad de los mortales, debía: o bien ser un obseso sexual, o una máquina de follar o un frustrado ante el sexo femenino. Cuando las barriga y las tetas decidieron dar por finalizado el recorrido “…Visual, Musical y Literario” descarté la opción de “máquina de follar"; incluso estuve a punto de descartar por completo la palabra “follar”. Porque, pese a que sigo reiterando mi falta de conocimientos en el campo del arte, me pareció descubrir en el conjunto de la obra que mucho hablar de follar, de libertad y de esencia animal y creo el escritor y la ilustradora no habían pegado un polvo entre ellos en su vida. Entonces fue cuando me pareció comprender la exposición.
Parece ser que luego salieron los autores hablando, incluso hubo música en directo, pero para entonces mi empacho cultural había acabado resultando tal que ya me encontraba en un tugurio de la zona ingiriendo quintos sin parar con la semifinal de la Copa del Rey de fondo. Y fue cuando me acordé de la frase: “Yo no entiendo de arte pero sé lo que me gusta”. Y casi me atraganto celebrando el primero de los goles de un equipo al que nunca había prestado especial atención.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Cena Solidaria

Hace unas noches me invitaron a una cena solidaria. Algo relacionado con una asociación que recauda fondos para ayudar en la educación de los niños de Sri Lanka. Yo nunca he sido altruista, ni solidario, ni siquiera me he preocupado en saber donde demonios está Sri Lanka, pero como en susodicha cena iban a leer el cuento de mi amiga Montse, no me quedó más remedio que ir de acompañante. No es que nos acostemos ni nada de eso. Tengo por norma intentar no acostarme con mis amigas. Casi nunca soy capaz de mantener esa norma, pero de principio me la impongo; luego, el tiempo y el alcohol diluyen mis principios en el alambique del pasado.

Total, que fuimos a esa cena. Y yo, que no soy muy dado a estos actos, como acabo de comentar, no imaginaba que una cena solidaria se celebrase en un hotel de 5 estrellas, con comedor privado, vestimenta de etiqueta, y cubierto de 50€, de los cuales solo 10 iban destinados a los pobrecitos niños de Sri Lanka.

Ejercía de anfitriona una cara bonita con piernas largas que decía ser periodista. Nos recibió al entrar y yo esbocé una falsa sonrisa mientras aludía a nuestro colegueo profesional para intentar cruzar unas vagas frases de cortesía. He de reconocer que la chica ni siquiera me miró cuando le alargué la mano y, mucho menos, escuchó mis palabras. Un polvo caro, sin duda, pero que no estaba reservado para mí. Durante la velada descubrí que la tipa también pertenecía al coro que nos amenizó la noche con versiones en gospel de temas de U2, Phil Collins y el coñazo de Oh! Happy Day. La orquesta estaba dirigida por un viejo que se creía guapo y se creía joven, y al cual la periodista de piernas largas parecía dejarle dirigir sus cuerdas vocales así como otras partes de su boca. Y este no es uno de esos comentarios machistas gratuitos que en ocasiones vomito sin pensar, simplemente es que, a veces, el lenguaje corporal es tan evidente que ni los orangutanes en pleno proceso de cortejo y apareamiento darían tantas evidencias visuales a los visitantes del zoo. Esa noche, la visitante era la mujer del director de orquesta, que por no querer ver no levantaba la vista del mantel de tela rosácea.

Por si el precio del cubierto hubiese resultado escaso (como la comida) se había preparado un bingo, y una subasta con fotos de los niños. ¡Coño! Como en los mercados de esclavos romanos... solo que adaptando al arte a costa de la pobreza y a las nuevas tecnologías. Antes de eso, nos tragamos un discurso de 30 minutos de la vocalista-periodista-anfitriona en el cual no hablaba más que de ella y de su reciente libro sobre Sri Lanka. Un país que nunca había visitado pero que conocía muy bien gracias a la Wikipedia y a los libros que había retirado de la biblioteca y devorado en los sofás de diferentes Starbuck's de Barcelona. Entre toda aquella gente de corazón generoso y relojes Breil, encontré una pequeña mosca que parecía haberse enredado en la telaraña de la solidaridad. De ella había sido la idea de la asociación, suyos los viajes a Sri Lanka y las campañas por recaudar dinero para los niños. Pero el resto eran los mecenas: políticos, banqueros, acaudalados empresarios y niños bien que buscaban una excusa para sentirse mejor que los demás por ser tan buenas personas. Arañas con corbatas y bolsos de Armani que envenenaban a la mosca con palabras de aliento y proyectos de futuro.

Y a mí que me entró la risa en el primer plato, se me prolongó en el tercero y se alargó hasta el postre. Allí se me cortó. Casi me atraganto con el chupito de manzana sin alcohol (manda cojones llamar chupito a algo sin alcohol), cuando vi que uno de los chicos políticamente correctos del coro flirteaba con mi amiga en la distancia. Y yo, que por norma no practico sexo con mis amigas, acepté encantado que ella se fuese esa noche con él mientras yo pillaba un taxi para volver a mi casa, la cual se encontraba a 110 kms del hotel de 5 estrellas. Así que, mientras regresaba, tuve tiempo para pensar en lo mala persona que soy, lo poco que me preocupo por los demás y en que quizá no existan tales normas en lo que al sexo se refiere dentro de mi vida. Supongo que algún día aceptaré que no resulto atractivo a mis amigas... y entenderé que eso es una suerte para mí, pues gracias a ello continúan a mi lado. Dita solidaridad.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Festivales de verano

Como soy un periodista menor, según yo, y mediocre según mis superiores, pues ahora me han concedido el incomparable privilegio de cubrir eventos musicales. Algo fantástico, tanto que no pude reprimir un ¡yupi! cuando me informaron. Luego me fui a celebrarlo con una pepsi-cola y un huevo kinder.

Con nueva responsabilidad y cargo, reservé hotel lo más cerca que pude del evento: a unos escasos 45 kilómetros del festival, cosa que aplaudirían para sí las diferentes patrullas de alcoholemia. Luego me enteré de que me acompañaría una fotógrafa veinteañera, nueva en la redacción, y hube de ampliar a dos la reserva. La chica era lista, mona y simpática, pero no tenía carné de conducir, así que pronto deduje quien tendría que chuparse los setecientos kilómetros de carretera y volante.

Al llegar al hotel grata sorpresa, solo había una cama. No negaré que fantaseé con la idea de que regresaríamos ebrios cada noche de festival y que comenzaríamos a reírnos, a charlar, a tocarnos a amarnos en la nocturnidad del alcohol... así que no dudé en ser el primero en admitir que no me importaba compartir lecho. Ella no habló. Mal comienzo.

En el festival, mucha diversión ajena. Era un festival indie-pop, que viene a ser algo así como un conjunto de conciertos para pijos u otros alternativos que creen entender de música y solo entienden de ser más estrambóticos que el resto. Y veo que todos dicen que “lo más” es lo que musicalmente suena peor o que tiene más simpleza o que, directamente, no vale una puta mierda. Y que conste que yo no soy crítico musical pero tampoco soy un puto gilipollas que no sabe distinguir un vómito de una lasaña. A pesar de ello, y como sé lo que quiere el diario y el público, pues yo a admitir que sí, que el tipo con pinta de tipa que toca el teclado como cuando yo tenía seis años y mi PT-1, y que canta como Jose Mª Aznar en una mañana de resaca, es un puto genio. Recalco lo de puto, por concederme esa licencia.

Y así pasa la noche, que a medida que transcurre me doy cuenta de que la mayoría han venido a beber, sobretodo el público masculino. Y que sus conocimientos musicales quedan reflejados en comentarios como: “¡Quitate la ropa!” o “¡Rubia de bote, chocho morenote”, cuando sale la cantante de un grupo de rock'n'roll a escena. Y yo me cago en la mar salá, porque aunque para la prensa la cerveza solo valga un euro, de güisqui solo tienen JB.

A todo esto que va llegando el final del festival y pierdo a mi socia de vista, y cuando la redescubro veo que se está dando el lote con el músico de uno de los grupos. Luego me viene y me pide si la puedo esperar en el coche, que ella se lo va a follar en el de él. Pienso mil cosas relacionados con mi dignidad y mis principios; luego pienso que si ella folla con el músico esa noche mis posibilidades de sexo con ella se van a reducir a menos veinte. Pero como todo esto lo pienso en tres segundos, y como estoy demasiado cansado y borracho para pensar, le digo que adelante.

Mientras espero en mi coche a que ella se corra, pienso en que si esto hubiese sido una película y yo el protagonista, la hubiese agarrado por la cintura y le habría besado de la manera más intensa para luego decirle: “Haz lo que quieras nena, pero no me preguntes”; y ella me habría mirado extasiada, habría pasado del músico y habríamos acabado follando salvajemente en la habitación del hotel hasta el amanecer. Pero la realidad me es devuelta por el tono de mi móvil, el cual me avisa de que mi compañera ya ha acabado.

Luego regresamos al hotel y ella se queda dormida en seguida. Y yo pienso en masturbarme, pero no creo que a ella le gustase abrir los ojos y descubrirme con mi miembro y mi mano en perfecta sintonía. Así que decido concentrarme en el festival y sobre lo que podría destacar de él; pero a mi mente solo vienen imágenes de colas en los baños improvisados, centenas de vasos vacíos de cubalitros por el suelo y un sinfín de sombreros de paja y gafas de sol de pasta de colores.

Al final acabo en el bar del hotel, ignorada mi conversación por un somnoliento camarero madrugador mientras saboreo un vaso de güisqui. Que, por suerte, no es JB, sino Ballantines.